YO TAMBIÉN SOY LA MALA DE LA HISTORIA

¿Alguna vez te ha pasado que “saliste” herido de una relación? Que alguien hizo cosas que te dolieron o, quizás, simplemente nada salió como esperabas.
Te aseguro que es muy fácil recordar a esas personas que te hirieron o dañaron, con o sin rencor, pero esas experiencias siempre quedan ahí, presentes.

Ahora bien, ¿te has preguntado cuándo fuiste tú el malo o la mala de la historia? ¿Cuándo fuiste tú quien lastimó, con o sin intención? ¿Has pensado cuántas personas podrían estar diciendo que no eres una buena persona o que las heriste?

Conozco muy bien el papel de víctima porque fui una de ellas durante años. Todo me lo hacían a mí: me engañaban, me traicionaban, hablaban mal de mí. Tengo una larga lista de todas las cosas horribles que “me hicieron”. Además, repetía constantemente que no entendía por qué, siendo “tan buena persona”, me pasaban tantas cosas malas (hoy en día eso me da mucha gracia).

Te voy a explicar algo que entendí hace muuuuy poco: detrás de todo esto hay varios factores. El principal es que, aunque esas personas hayan sido crueles o malas conmigo, la responsabilidad de haber estado en esas relaciones era mía. Yo era quien decidía quién sí y quién no estaba en mi vida. Si esas personas llegaron a mí, era porque debía aprender algo de ellas. Y si estuvieron presentes durante años, era porque claramente no estaba aprendiendo la lección.
Al final, nadie tiene que cambiar por mí; esas personas actuaban como debían, porque era lo que yo necesitaba en ese momento, aunque no lo entendiera.

Hoy pienso que todos los seres humanos tienen una versión positiva y una versión negativa. Si a mí me tocó la negativa, era porque así debía ser.

¿No te ha pasado que dejas de hablar con alguien porque, según tú, es una “mala persona”, pero luego te das cuenta de que hay otras personas que piensan maravillas de esa misma persona? La respuesta es sencilla: esa versión buena o positiva no te correspondía a ti. Y esto no significa que las otras personas estén equivocadas. Espero que este concepto quede claro.

Ahora, pregúntate: ¿cuántas personas conocieron tu versión negativa? Así es, todos los seres humanos tenemos esa dualidad, y tú no eres la excepción. Por supuesto, yo tampoco lo soy.

Estoy segura de que hay personas allá afuera que piensan que no soy una buena persona, que las dañé, las herí, que les fallé, que desaparecí sin explicación o que simplemente hice algo que no les gustó.

¿A qué quiero llegar con esto? Antes de juzgar a alguien deliberadamente y emitir un juicio sobre su forma de ser, pensar o actuar, reflexionemos. Si alguien llegó a tu vida, probablemente era porque lo necesitabas. Hoy en día, desde mi estado de consciencia, trato de ser muy cuidadosa con mis palabras, actos y decisiones. Si puedo arreglar algo, lo haré de corazón. Y si definitivamente no puedo, en mi soledad pediré perdón y también me perdonaré a mí misma.

También somos los malos (o las malas) de la historia. Reconocer esto nos ayuda a dejar de lado la idea de que siempre somos las víctimas y que todos nos atacan.

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