Y no me lo tomes a mal, no digo que no valgamos como seres humanos. Digo, como les mencioné en un artículo anterior, que nos creemos inmortales, pensamos que la muerte no nos llegará, y nada más alejado de la realidad que eso.
Pero hoy no voy a hablar de creerme inmortal, sino de cómo vamos por la vida en guerra, peleando con todo el mundo, incluso con la familia. Vivimos preocupados y estresados hasta el punto de enfermarnos, sabiendo que esas mismas enfermedades pueden acabar con nuestras vidas. Y no solo acaban con nuestras vidas, sino que el mundo no se detiene: todo sigue, la vida sigue, e incluso nuestra familia sigue. De eso se trata vivir.
Nos pasamos la vida queriendo tener la razón, sufriendo por tonterías que, cuando realmente enfrentamos un problema serio, nos damos cuenta de que hemos perdido mucho tiempo en crisis sin sentido. Nos angustiamos por el futuro y así desperdiciamos la oportunidad de vivir en atención plena, en el presente, disfrutando de quienes realmente amamos.
Y te voy a decir por qué llegué a esta conclusión tan obvia, pero que yo no había visto antes, creyendo que el mundo giraba a mi alrededor. Hace unos días murió mi suegro y, mientras veníamos del sepelio con esa sensación de vacío, sintiendo que todo se había derrumbado, observé por la ventana del carro cómo el mundo seguía normal, cómo la vida continuaba para todos. Incluso nosotros, en medio del dolor, seguimos adelante. Fue entonces cuando me di cuenta de que llevaba meses atrapado en un ciclo de sufrimiento, creyendo que siempre habría tiempo para solucionar todo.

Ojo, tampoco te estoy diciendo que, a partir de hoy, no te preocupes por nada y que todo sea “lo que Dios quiera”. Tampoco digo que permitas que cualquiera te falte al respeto o que dejes de luchar por lo que quieres. Lo que estoy diciendo es que debes empezar a vivir en modo presente. Comienza a cuidar tu paz mental, tu cuerpo físico y hazte cargo de tus emociones cada día. Si tienes metas materiales, claro, trabaja por ellas, pero no desde el estrés ni la angustia.
Tómate el tiempo de respirar, de conectar contigo, de disfrutar a quienes amas. Repito: sé un niño de nuevo, diviértete, trabaja por tus metas, pero desde el placer y no desde la ansiedad. Cuida tu cuerpo, tu mente y agradece cada día por el simple hecho de estar vivo.
Entiendo que para muchos la vida a veces se pone compleja y que los problemas del día a día pueden ser abrumadores. Pero empieza a ocuparte de lo que puedes resolver hoy. Mañana te encargarás del resto. Créeme, lo único que no tiene solución es la muerte; todo lo demás, de alguna forma, puede resolverse.
A veces la vida nos pone pruebas difíciles para recordarnos que somos frágiles y que solo tenemos el hoy para vivir.