LA NOCHE OSCURA DEL ALMA ¿OTRA VEZ?

Para hablar de esto, tenemos que empezar por el principio, por la base. Se escuchan muchos términos, pero pocos nos los explican realmente. Entonces, ¿qué significa La Noche Oscura del Alma?

Es una etapa profunda de crisis emocional y espiritual en la que una persona siente que ha perdido su rumbo, su conexión con lo divino y hasta su propósito en la vida. Se siente como estar en un túnel sin salida, lleno de dudas, miedos y confusión.

Mi primera vez ocurrió a finales de 2021 y duró varios meses. No solo estaba atravesando los momentos más duros de mi vida, sino que toda la información que llegaba a mí me tenía aturdida. No sabía exactamente qué estaba haciendo. Uff, ¡sí que lloré! Lloré tratando de entender mi parte más oscura, mis miedos, mis dolores. Pero lo bueno es que todo en esta vida es dual. Así como hay oscuridad, también hay luz. Y la luz fue llegando, mostrándome un mundo que yo no conocía y que hoy en día me hace profundamente feliz. Incluso encontré mi propósito de vida.

Claramente, la vida no es lineal. En estos años he pasado por situaciones complejas, algunas que no entendí en su momento y otras en las que me he sentido vulnerable, pero siempre con claridad en cada aprendizaje.

Lo que no imaginaba era que la viviría por segunda vez. Fue un golpe fuerte, porque desde mi ego yo creía que lo tenía todo resuelto o que, al menos, podía resolverlo. Es más, yo ayudaba a otros a hacerlo. Pero volvió a pasar. Y aunque tenía las herramientas, sentía que todo se venía abajo nuevamente. Es más, sentía que había hecho todo mal durante todos estos años. Me vi mil veces en modo víctima, llena de rabia y dolor, sintiendo que nada había valido la pena. Imagínate lo que es capaz de hacer tu mente cuando se descontrola. Y eso que tenía herramientas poderosas.

La Noche Oscura del Alma puede ocurrir más de una vez porque el crecimiento espiritual y personal no es un destino, sino un viaje. Cada vez que evolucionamos y alcanzamos un nuevo nivel de conciencia, es posible que enfrentemos otra “muerte simbólica” de nuestra identidad anterior.

La primera vez suele ocurrir cuando rompemos con creencias y estructuras que ya no nos sirven. Pero con el tiempo, a medida que seguimos avanzando, podemos chocar con nuevas capas de nuestro ego, heridas no resueltas o incluso una sensación de vacío después de haber logrado lo que antes deseábamos.

La segunda (o tercera, o las que sean) Noche Oscura puede sentirse diferente, pero su propósito sigue siendo el mismo: despojarnos de lo que ya no es auténtico en nosotros y llevarnos a un nivel más profundo de comprensión, amor propio y conexión con lo divino.

Me di cuenta de que no llegó de la noche a la mañana. Pasaron varios meses en los que recibía señales en todas las áreas de mi vida, pero no las conecté hasta que, meditando sobre conversaciones del pasado, entendí que muchas veces volvía a ponerme en el papel de víctima. Pasé por situaciones difíciles, caí en acciones poco amables conmigo misma e incluso estuve varios meses enferma. Me juzgué con dureza.

Pero hubo dos cosas que fueron mi faro de luz:

  1. Nunca perdí mi conexión con Dios, aunque a veces fuera solo para preguntarle ¿por qué? en lugar de ¿para qué?.
  2. El ejercicio físico, aunque fuera solo tres veces a la semana.

En mi caso, lo que me quitó la venda de los ojos y me sacó del estado de víctima fue la muerte de una de mis mascotas. Qué vaina más dura. Pero ahí vi la luz. Entendí que estaba en mi Noche Oscura del Alma, empecé a reconocer las señales, a aceptar que estaba muriendo en mí una versión que ya no me representaba. Volví a vivir desde el gozo, pues años atrás me había ido de un extremo a otro. Retomé mis hábitos, mi coherencia (que tanto predico y que, sin darme cuenta, estaba perdiendo). Y lo más importante: entendí que la luz y la oscuridad no son cosas separadas. Ambas son parte de mí. Solo que ahora, a mi sombra la trato con amor y la resignifico.

Hoy te cuento esto porque, cada vez que escribo, pienso que quizás alguien lo lea y le sirva de guía. Que alguien se dé cuenta de que no está solo en este camino. Pero, sobre todo, escribo para que juntos empecemos a caminar el sendero del amor y la presencia.

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